Introducción
Hablar de la violencia en Colombia no es algo nuevo ni algo que escandalice en exceso a los colombianos; es justo decir que la violencia forma parte de la vida cotidiana y de la memoria de muchas personas, tanto en las zonas rurales como en las urbanas. Los actos de violencia ocurren en todo el mundo, pero lo extraño del caso colombiano es que se aceptan como lo que son, sin consecuencias graves, y siempre pasan del castigo a los responsables, porque las noticias que llegan a las familias colombianas son distorsionadas por los medios de comunicación y se convierten en un acontecimiento importante durante una o dos semanas a lo sumo, y luego nada, absolutamente olvidado, por lo que muchos críticos llaman a Colombia “un país sin memoria”. Si los sucesos no afectan directamente a las personas o a sus conocidos, simplemente los ignoran y siguen con su vida normal. Al mismo tiempo, cuando hay indicios de protección de los derechos humanos y de reivindicación de la paz y la igualdad, es el propio gobierno el que se encarga de encubrir y silenciar los acontecimientos para evitar un posible levantamiento.
Como ya se ha dicho, a ningún colombiano le sorprende escuchar en las noticias los atentados contra los derechos humanos de los civiles por parte del Estado o de los grupos ilegales, de las bandas criminales que se salen con la suya robando y matando a todo el que se cruza en su camino, de las guerras entre bandas que han matado a miles de habitantes, por no hablar de los secuestrados por los grupos ilegales, que son muchos. En esta situación nos encontramos con diferentes grupos, diferentes ideales que se han impuesto por la fuerza y por la fuerza armada, y hoy, en el siglo XXI, estos problemas no se han resuelto del todo y están todavía lejos de posibles soluciones. La verdad es que Colombia prospera porque aún tiene la esperanza de la paz, la paz que ha buscado desde los primeros momentos de la violencia bipartidista, si no antes de lograr la independencia, e incluso antes de que la cultura precolombina luchara por el territorio colombiano. Cuando dejamos atrás un tipo de violencia, llegamos a otro nuevo, y así sucesivamente, pero siempre con la esperanza de lograr la paz dentro del país. Sin embargo, al enfrentarnos a la realidad, vemos cómo grupos surgidos a mediados del siglo XX han amenazado repetidamente la estabilidad política y social del país en su conjunto. Grupos como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), grupos paramilitares de extrema derecha, grupos de narcotraficantes como los diversos cárteles que han surgido desde los años 70, o simplemente bandas criminales que aterrorizan a los civiles en los grandes y pequeños centros sociales urbanos.
Desarrollo
Se puede empezar a argumentar que, a partir de la lucha entre los dos partidos entre conservadores y liberales a mediados y finales del siglo XIX, la violencia tomó una forma más agresiva, destructiva e incontrolable, a diferencia de lo que ocurre en otros lugares de América Latina, hasta gran parte del siglo XX, cuando esta lucha provocó más de 200.000 muertos y millones de víctimas vinculadas a ambos bandos, todo en pos del poder político y social del Estado. Esta lucha ha dado lugar a la creación de grupos armados, pagados por el mismo Estado, que buscan destruir a sus diversos oponentes políticos. Estos conflictos, además de destruir a la población, han dejado una profunda huella en la vida de millones y decenas de millones de colombianos que han sido testigos de la barbarie cometida y no saben qué hacer sino luchar. Por lo tanto, es bastante normal escuchar historias de masacres perpetradas contra las poblaciones rurales, en su mayoría por el partido en el poder, contra otro partido o partidos opuestos a él.
Siguiendo con la cronología de la violencia en el país, vemos que debido a los problemas internos del país, como el periodo llamado “la violencia” anteriormente, entraron en una especie de “guerra civil” que llevó a la aparición de varias guerrillas liberales, la mayoría de las cuales fueron derrotadas por el Estado, pero algunas de ellas aparecieron a principios de los años 60 y empezaron a dar dolores de cabeza al país. Pedro Antonio Marín, también conocido como Manuel Marulanda Vélez o “Tirofijo”, formó un grupo guerrillero basado más en el comunismo que en el liberalismo a mediados de la década de 1960, a través del cual pretendía crear una revolución que denominó que el Estado había abandonado a muchas zonas rurales del país que empezaron a buscar ayuda del Estado, pero lo único que obtuvieron, según Tirofijo, fue una demostración de fuerza militar contra comunidades indefensas en la periferia del país, por lo que fue allí donde el ejército se encontró con las primeras personas del grupo revolucionario. A medida que las comunidades marginales los consideraban autoridades y los protegían del peligro, las FARC comenzaron a crecer.
Pronto vieron en el narcotráfico una forma de sostenibilidad económica para su proyecto militar, por lo que empezaron a desarrollar esta solución entrenando a los campesinos, y más tarde se aliaron con los cárteles de la droga colombianos y estadounidenses, tal y como se describe en un reciente reportaje aparecido en la web del diario El Tiempo, en el que un cártel colombiano se alía supuestamente con las FARC”. A pesar de subestimar esta relación, casi dos décadas después la justicia estadounidense acusó a las FARC de ser responsables del 60% de la cocaína que entraba en el país… ” 1 Esto da una idea de la vasta red que tendría este cártel ilegal, con un impacto tan grande en el país.
La reacción de la opinión pública ante las FARC fue mayoritariamente negativa, hasta el punto de que empezaron a surgir nuevos grupos, esta vez de extrema derecha, con el objetivo de eliminar el poder de las FARC. Este grupo se llamaría Autodefensas Unidas de Colombia o AUC y sería creado por los hermanos Castaño y varios socios para tomar represalias contra las guerrillas de extrema izquierda que también intentaban enriquecerse con el narcotráfico, y varios empresarios que ven como la guerrilla se encuentra al lado de estos nuevos defensores de un país que algunos creen abandonado por el Estado. Sin embargo, este nuevo grupo será igual o peor que el primero, porque este grupo paramilitar es responsable de muchas masacres y torturas, torturas inhumanas de campesinos y civiles, con el pretexto de eliminar a sus “enemigos”. Luego entramos en un conflicto armado interno que ha traído miles de muertos y secuestros y una de las peores crisis de desplazamiento forzado y desapariciones del mundo, que junto con la guerra y el surgimiento de los carteles organizados de la droga, ha convertido a Colombia en uno de los países más violentos del mundo y en un gran exportador de drogas ilícitas, siendo esta última la forma más famosa de financiar su absurda lucha.20 Desde hace más de varios años el país, y especialmente ciudades como Medellín, luchan la mayoría de las veces, cuando se habla del conflicto armado en Colombia, se piensa en las innumerables masacres que se produjeron durante este tiempo, en el que guerrilleros, paramilitares y fuerzas del Estado se persiguieron y atacaron mutuamente sin tener en cuenta a los civiles, que en la mayoría de los casos eran humildes campesinos y trabajadores, dedicados únicamente a labrar la tierra y criar ganado y a otras labores dignas. La “Masacre del Salado”, que tuvo lugar en la aldea de El Salado, en el municipio de El-1, es un ejemplo paradigmático y muy revelador para muchos colombianos”. Estados Unidos considera que la alianza de las guerrillas y los narcotraficantes colombianos es efímera”.
http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS12989412 Carmen de Bolívar, 16-19 de febrero de 2000. Esta brutal masacre fue llevada a cabo por el bloque norte de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y, como es habitual en las manifestaciones paramilitares, consistió en las más horribles formas de tortura y humillación. La masacre fue el resultado de la presunta complicidad de algunos habitantes del pueblo con los grupos guerrilleros y del hecho de que el pueblo pertenecía a la importante zona agrícola y de pastoreo de los Montes de María, que había sido disputada por guerrillas y paramilitares durante muchos años.
En 2006, tras un proceso de desmovilización liderado por el gobierno del entonces presidente Álvaro Uribe, la organización paramilitar se disolvió tras la muerte y la detención de su cúpula. Algunos miembros de las FDS volvieron a dedicarse a actividades delictivas y formaron varios grupos rebeldes conocidos como bandas criminales nacientes, bacrim, que aún hoy están vinculadas a varios carteles de la droga, aterrorizando a Santander, César, Queta y Antioquia, entre otros. Las víctimas inmediatas de este conflicto, a pesar de que han pasado muchos años, siguen teniendo una herida y un agujero difícil de curar, y la responsabilidad de repararlas integralmente es del gobierno nacional, pero también es necesario abordar el concepto de sacrificio dentro del marco legal.” En Colombia, a efectos de la ley, se considera víctima a toda persona que haya sido perjudicada. Se espera que desde este punto de partida se paguen las indemnizaciones, se devuelvan las tierras, se acompañe a las familias y puedan volver a trabajar, porque sólo así el país empezará a olvidar esta tragedia de su historia.
Conclusión
Finalmente, llegamos al último capítulo hasta ahora de la historia de la violencia en Colombia, y uno de los más importantes y dolorosos. Tenemos varios cárteles de la droga en Colombia, donde la prohibición de drogas como la marihuana y la cocaína ha llevado a la formación de cárteles clandestinos de productores y traficantes fuertemente armados. En la década de 1980, a medida que aumentaba la demanda de drogas enviadas a distintas partes del mundo, especialmente a Estados Unidos, se hizo necesario ampliar y organizar estos cárteles en grupos criminales más grandes, a menudo dirigidos por uno o varios cabecillas, como el Cártel de Medellín, liderado por el tristemente célebre Pablo Escobar, o una coalición como el Cártel de Cali o el Cártel del Norte del Valle, que suponían una grave amenaza para el Estado. Posteriormente, estas organizaciones criminales emprendieron una guerra contra el Estado colombiano en un intento de burlar el tratado de extradición que el país planeaba celebrar con Estados Unidos, su principal aliado en la lucha contra las drogas, y para ello cometieron actos de terror contra civiles y diversas organizaciones políticas que se extendieron junto con la guerra entre cárteles, dejando su huella en miles de colombianos y dejando su huella y consecuencias en la historia del país. huellas.
Aunque el futuro del país es incierto ante las negociaciones del tratado de paz que se llevan a cabo actualmente en La Habana, es necesario recordar que no hay que dejar que el pasado nos alcance, recordar quiénes fueron los responsables del surgimiento de diversas formas de violencia, qué hicieron para convertirse en cómplices de los males que hoy se observan y cómo responderá el país ante un futuro que ojalá sea mejor. Es imposible prever si la era de la violencia ha entrado en su fase final, o si desgraciadamente se convertirá, como muestra la historia, en otro “enmascaramiento” de la paz, seguido de nueva violencia, sin un resultado definitivo.
Bibliografía
Bibliografía
- Cibergrafía
o “EE. UU. Veía efímera la alianza guerrilla y narcotráfico en Colombia “
http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-12989412. - http://www.derechoshumanos.gov.co/Documents/130220-1-cartilla-leyvictimas-restitucion-tierras.pdf.
- “Narcotráfico: génesis de los paramilitares y herencia de bandas
criminales” http://www.ideaspaz.org/index.php/noticias/ultimasnoticias/1197. - PECAUT, Daniel. “Violencia y política en Colombia”, Medellín, Hombre Nueva
- Editores 2003
- TIRADO MEJIA, ALVARO. “Colombia: Siglo y medio de Bipartidismo”
- http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/historia/colhoy/colo6.htm