Ensayo sobre la Conciencia Ecológica


Introducción 

Qué es la conciencia medioambiental. Desde que el ser humano empezó a utilizar y moldear la naturaleza para satisfacer sus necesidades y caprichos, los ecosistemas de todo el mundo han respondido a este mal uso con consecuencias negativas como la contaminación y la pérdida de biodiversidad.

Hoy en día, los medios de comunicación nos hablan de todo lo relacionado con el cambio climático. Pero ante la ineludible realidad, ¿cuántos de nosotros nos sentimos responsables del daño que estamos causando al planeta y actuamos en consecuencia?

Ser consciente del medio ambiente es comprender que dependemos de la naturaleza y somos responsables de su conservación. Ignorar este hecho equivale a la autodestrucción, porque al degradar el medio ambiente degradamos nuestra calidad de vida y ponemos en peligro el futuro de nuestros hijos.

En contra de la creencia popular, el desarrollo económico y la conciencia medioambiental no son necesariamente antónimos. Es posible fabricar productos respetuosos con el medio ambiente, promover las energías limpias, reducir y reciclar los residuos y reutilizar grandes cantidades de materiales para fabricar nuevos productos que sean útiles para la gente moderna en su vida cotidiana.

Es cierto que la conciencia medioambiental debe empezar en casa, pero debe extenderse a todos los ámbitos de nuestra existencia: simplemente porque todas nuestras acciones tienen un impacto -positivo o negativo- en la naturaleza.

Desarrollo

¿Qué significa ser consciente del medio ambiente?

Para algunas personas, la respuesta es obvia y algo sencilla: no tirar basura, ahorrar agua potable, no contaminar el aire con los gases de escape de los coches o plantar un árbol en algún momento de su vida.

Se ha dicho que si cada uno de nosotros hiciera un poco, el resultado global sería un entorno más saludable para la vida humana. También se ha argumentado que, en el caso de los países pobres, es una tontería preocuparse por proteger y conservar la flora y la fauna y otros recursos naturales que nos rodean, ya que el desarrollo económico requiere utilizar todos estos “recursos” para crear riqueza, que finalmente se distribuirá

a través del mercado y de algunas ayudas estatales (aunque no necesariamente de forma equitativa). A los que se oponen a esta visión del desarrollo se les llama peyorativamente “fanáticos del medio ambiente” o “neocomunistas” (verdes por fuera, rojos por dentro).

Para evitar este modelo suicida de desarrollo, primero debemos entender sus orígenes ideológicos. ¿De dónde viene la idea de que la gente puede hacer lo que quiera con la tierra y las demás criaturas que la habitan? La influencia de las creencias judeocristianas es evidente en el pensamiento occidental. En el libro del Génesis, el Creador ordena a los primeros seres humanos que se multipliquen y sometan a otras criaturas. Así, durante siglos se consideró al hombre como el centro del universo, hasta el punto de creer que el sol giraba alrededor de la tierra. Esta forma de pensar no se ha superado ni siquiera en las organizaciones de desarrollo que no profesan creencias religiosas. Por supuesto, los políticos no se retractan de estas creencias y se jactan de promover políticas gubernamentales cuyo objetivo principal es el bienestar humano. Ciertamente, no dicen cómo van a distribuir los costes y beneficios finales de la explotación de los recursos naturales, que son propiedad del Estado, siendo esto último el resultado del propio modelo establecido, aunque suelen socializar las pérdidas y privatizar los beneficios.

Los pueblos indígenas han sido una de las pocas voces en contra del mal uso de los ríos, lagos o montañas y del exterminio de otros seres vivos que habitan el planeta. Siempre han sido la conciencia de la biodiversidad. Su ética aboga por vivir en armonía con la naturaleza. En algunas comunidades q’eqchi’es de Alta Verapas, por ejemplo, todavía se requiere su consentimiento para aventurarse a extraer recursos de los “dioses de la montaña”, como la leña para cocinar. La idea que prevalece en muchos pueblos es que la Madre Tierra proporciona el sustento diario, por lo que se sigue manteniendo la propiedad colectiva de los recursos (bosques, agua, tierra). De este modo, los pueblos considerados en Occidente como “menos civilizados” nos dan lecciones de desarrollo sostenible y equitativo.

A pesar de estos destellos de cordura, sigue siendo necesario cambiar la conciencia colectiva de la humanidad. La influencia del cristianismo y otras ideologías nos impide dar el siguiente paso: reconocer que somos una especie animal más en este planeta. Somos el resultado de millones de años de evolución biológica, compartiendo un ancestro común con otras criaturas. Somos polvo, pero somos polvo de estrellas. No hay ningún poder superior que nos otorgue la propiedad de la Tierra y de las personas que la habitan. Mientras que nuestras creencias nos llevan por el camino de la destrucción (literalmente), el conocimiento científico puede llevarnos a la salvación. Por ejemplo, reconocer que el calentamiento global es el resultado de la actividad humana, y los mecanismos que pueden utilizarse para detenerlo (véase el debate de varios años, cf.

En el siglo XVI el debate entre los dominicos de La Española y los dominicos de Salamanca, continuado posteriormente por Bartolomé de las Casas, sobre la naturaleza de los nativos (si eran esclavizados a la fuerza o sometidos pacíficamente por la misión) pretendía responder a la pregunta de si eran humanos (y por tanto animales sin alma dignos de salvación). Si se concluye que pertenecen a los primeros, estarían sujetos a los derechos y consideraciones de la corona, de lo contrario serían tratados como animales de tiro. Cinco siglos después, la pregunta ecológica es: ¿no somos también animales? Esto no nos hace menos, pero sí eleva a todas las demás criaturas al mismo nivel que nosotros. Por lo tanto, deben ser respetados y protegidos por nosotros, ya que pretendemos ser seres sensibles.

En entradas anteriores, algunos lectores se han sentido ofendidos por mi afirmación de que somos animales. No lo digo como un insulto a nosotros o a otros animales. Somos simplemente mamíferos, primates que aparecieron en la Tierra hace unos 200.000 años y que, en términos de selección natural, llegaron a competir con otras especies del mismo género Homo, como los neandertales.

¿Qué es la conciencia medioambiental?

Se trata de la idea de preservar los espacios naturales; son un valor fundamental de la vida, y son las personas las que tratan de protegerlos, porque son las personas las responsables del daño causado a los ecosistemas. Así, la existencia de esta conciencia parece natural. Pero esta conciencia ha surgido en un contexto global particular, concretamente en los países desarrollados de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico). Esto explica que la ecología se haya convertido en un tema de debate y reflexión internacional en la sociedad civil y la política.

Fuentes de inspiración

Como hemos dicho, muchos expertos en el campo de la ecología política están de acuerdo en que el desarrollo de la conciencia ecológica surgió en Europa y Estados Unidos en un momento crucial de los años 60 y 70. Fue una época de replanteamiento del modo de producción de las sociedades industriales y, al mismo tiempo, una época de creciente sensibilidad hacia las cuestiones medioambientales.

Este sentimiento tuvo varias fuentes de inspiración, como el movimiento artístico de la Generación Beat de los años 50 en Estados Unidos. Impulsado por escritores como Jack Kerouac (On the Road, 1951), este movimiento literario cambió la idea de la sociedad estadounidense como país desarrollado y potencia mundial, al contrastar su fascinación por el arte urbano con su apego a la naturaleza y a la naturaleza en general. También inspiró el movimiento de mayo de 1968 en Francia y el movimiento hippie en todo el mundo.

Rechazan el modelo de sociedad posterior a la Segunda Guerra Mundial, en el que el progreso tecnológico e industrial se considera la solución a todos los problemas sociales, políticos y económicos. Rechazan el productivismo, el principio del sacrificio para producir más cosas. En cambio, la Generación Beat quería crear una sociedad más justa, más humana y más respetuosa con la naturaleza.

Merece la pena recordar el contexto en el que existían estos países desarrollados, un contexto que ha cambiado drásticamente desde los años 70, cuando terminó el periodo conocido como los “gloriosos años 30”. Los gloriosos años treinta fueron tres décadas de crecimiento económico y la aparición de una sociedad de consumo. Sin embargo, este modelo económico, caracterizado por el crecimiento industrial y que favorecía el acceso a los combustibles fósiles, se derrumbó tras la crisis del petróleo de 1973, lo que provocó un desempleo generalizado y, además, una fuerte oposición popular al modelo.

Catástrofes medioambientales

El movimiento de protesta se centró entonces en el cambio económico de la sociedad, sin dejar de ser consciente del daño que se hacía al medio ambiente.

De hecho, en las décadas de 1960 y 1970 se produjo un alarmante aumento de las catástrofes medioambientales en todo el mundo debido al creciente número de vertidos de petróleo. El hundimiento del petrolero estadounidense Torrey Canyon frente a las costas del Reino Unido y Francia en 1967 puso de manifiesto el peligro potencial y desencadenó la primera acción gubernamental para afrontarlo en Europa. Pero en 1978 se produjo otra marea negra, la del petrolero liberiano Amoco Cádiz, que sigue considerándose uno de los mayores desastres ecológicos de la historia: más de 220.000 toneladas de crudo se derramaron en 400 km de la costa de Bretaña, en el norte de Francia. Por no hablar del accidente de 1999 del petrolero Erika, propiedad de la empresa francesa Total, que volvió a derramar crudo en la costa de Bretaña.

Lo mismo ocurre con las catástrofes químicas: en 1976, una explosión en la planta de Icmesa en Seveso (Italia) extendió una nube tóxica sobre cuatro ciudades.

Una explosión en una planta de plaguicidas propiedad del grupo estadounidense Union Carbide en Bhopal, India (1986), extendió otra nube tóxica, matando a 3.500 personas y causando más de 20.000 muertes por enfermedad en las semanas siguientes. Además, la catástrofe de Chernóbil de 1986 hizo saltar las alarmas sobre los riesgos nucleares.

Durante los debates y discursos

Todos estos movimientos de protesta, desencadenados por múltiples catástrofes medioambientales y humanas, la mayoría de ellas debidas a negligencias técnicas, han elevado la conciencia de los problemas medioambientales a un nuevo nivel. Por supuesto, cuando los científicos y pensadores empezaron a discutir el uso insensato de la energía de los combustibles fósiles y la política “totalmente nuclear” desarrollada en Europa, y especialmente en Francia, a partir de la década de 1970. Posteriormente, se organizaron numerosas conferencias internacionales centradas en cuestiones medioambientales, y no es casualidad que en 1971 surgieran dos importantes ONG medioambientales: Greenpeace y el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF).

En 1972, los científicos del Club de Roma, organización no gubernamental fundada en 1968, se reunieron en Roma para estudiar el impacto de la actividad humana en el mundo. Elaboraron un informe titulado “Los límites del crecimiento”, en el que denunciaban el desarrollo económico desenfrenado y declaraban que los recursos fósiles del mundo se agotarían en la década de 1990. El informe provocó una enorme reacción en los medios de comunicación y desencadenó un debate y una discusión a nivel mundial. Uno de ellos era un discurso muy pesimista centrado en la deshumanización causada por la industrialización. Llegó a la conclusión de que las personas son incapaces de cambiar su estilo de vida para reducir su impacto en el medio ambiente.

Pero otro discurso más progresista llevó a la creación del PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo).

Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente); se puso en marcha en la Conferencia de Estocolmo de junio de 1972, cuando se lanzaron las primeras campañas internacionales contra la contaminación y la desertificación. Este acontecimiento también marcó el inicio de una acción concertada para proteger el medio ambiente.

Los primeros candidatos verdes

Para reforzar el crecimiento de la conciencia medioambiental, en los años 70 aparecieron en Europa las primeras candidaturas medioambientales. En países escandinavos como Suecia y Dinamarca, las cuestiones medioambientales se incluyeron en los programas políticos de los partidos predominantemente de izquierdas. En Francia, René Dumont fue el primer candidato que presentó un programa progresista, social y medioambiental en las elecciones presidenciales de 1974. No pertenecía a ningún partido ecologista, ya que no había ninguno, pero contaba con el apoyo de varias organizaciones y algunas personas sensibilizadas con el tema. El llamado Partido Verde nació en los años 80.

Conclusión

La conciencia medioambiental debe su desarrollo a una serie de iniciativas populares, científicas y políticas que condenaron el modelo social e industrial de los años 60 y 70 y la catástrofe medioambiental que siguió.

Desde mi punto de vista, la conciencia ambiental colectiva es competitiva y propositiva, lo que constituye su eje principal. Su desarrollo ha dado lugar a un discurso medioambiental ambiguo, un doble discurso: por un lado, hace hincapié en los peligros que amenazan al propio medio ambiente y, por otro, en una gobernanza más protectora que valora la importancia del medio ambiente para la supervivencia humana. Es decir, por un lado, la naturaleza y la biodiversidad están en el centro del discurso medioambiental y, por otro, son los seres humanos los que deben ser protegidos mediante la protección del medio ambiente. Estas dos dimensiones no pueden separarse, son interdependientes, y en la definición de ecología de Ernst Haeckel son interdependientes.

1 Cf. Ernst Haeckel en Morfología general de los organismos, 1866: la palabra ecología viene del griego oïkos – hogar y logos – ciencia. La ciencia que estudia la relación de los organismos vivos con el mundo exterior”. En otras palabras, es el estudio de la relación entre los organismos y su entorno natural, es decir, el funcionamiento de los ecosistemas.

Cómo mejorar la conciencia medioambiental de los jóvenes

Cómo mejorar los conocimientos medioambientales de los jóvenes

Es obligación moral de la generación mayor, de la sociedad en su conjunto, inculcar el respeto al medio ambiente a la generación más joven, ya sea en forma de políticas, en la enseñanza en las escuelas o con el ejemplo en su entorno inmediato. Al fin y al cabo, son el futuro, y el futuro del planeta dependerá de la transmisión de estos valores.

Pero, ¿cómo se puede hacer esto? La concienciación medioambiental de los jóvenes no consiste sólo en actividades puntuales de reciclaje o en declaraciones proambientales de sus ídolos. Aunque todo ayuda, en realidad, sólo la educación desde una edad temprana puede lograr el objetivo: que se conviertan en ciudadanos críticamente informados, porque sólo comprendiendo y amando la naturaleza pueden contribuir a su conservación.

Los primeros años son cruciales. Es en la familia o en la escuela donde tiene lugar la socialización de los niños, un periodo en el que desarrollan su personalidad y son guiados hacia un mejor desarrollo. Los valores, conocimientos y actitudes que inculcan el respeto a los demás (incluida la naturaleza) se transmitirán a través de los cuentos, las actividades escolares y, sobre todo, la vida familiar.

Cómo mejorar los conocimientos medioambientales de los jóvenes

El desarrollo integral de un niño, basado en los principios positivos del respeto y el amor propio, acabará por constituir la base de una personalidad sana y equilibrada, a partir de la cual se le podrá enseñar con éxito a cuidar de su entorno de forma práctica y agradable, sin forzarlo.

Dar ejemplo

La actitud es la clave para conseguir una buena predisposición y ayuda a poner en práctica el comportamiento medioambiental cada día, por lo que fomentar las actitudes ecológicas es como plantar una semilla que acaba germinando y floreciendo: estos gestos medioambientales acaban extendiéndose a la familia o al círculo de amigos. Por eso, si queremos que los jóvenes tengan conciencia ecológica, debemos dar ejemplo no sólo en casa, sino también en la calle.

Mediante el razonamiento y los consejos, pero sobre todo mediante modelos positivos, el reciclaje y otros comportamientos deseables se formarán de forma natural. Sobre todo, es importante inculcar el optimismo en los gestos cotidianos de responsabilidad medioambiental, como separar los residuos para reciclarlos, evitar el uso insostenible del agua y la electricidad, cultivar huertos ecológicos con ellos o practicar un consumo sensato. Esto no debe ser una obligación o un castigo, debe verse como algo deseable, como una contribución que beneficia al medio ambiente y a nosotros mismos.

Reciclar es divertido

El reciclaje creativo es una forma estupenda de entretener a los jóvenes y de abrirles todo un mundo de posibilidades. Aprenden que pueden convertir los objetos desechados o no utilizados en algo realmente útil e interesante, y al mismo tiempo conocen de primera mano el problema de los residuos y la importancia de separarlos y controlarlos produciendo lo mínimo y reciclándolos adecuadamente.

Cómo mejorar los conocimientos medioambientales de los jóvenes

Aprovechar las fiestas y decorar la casa con manualidades hechas por los más pequeños es una buena manera de convertir el fin de semana en momentos memorables y hacer que los niños se sientan protagonistas. Puedes pintar fácilmente cáscaras de huevo para crear adornos de Pascua que pueden colgarse del techo o utilizarse para crear originales centros de mesa.

En Navidad, por ejemplo, sería divertido hacer las típicas coronas de flores de una forma diferente, utilizando envoltorios de caramelos, papel de aluminio de los bocadillos del colegio, botellas de plástico o cualquier otro elemento reciclable.

Conciencia y amor por la naturaleza

Los niños más pequeños también deberían estar expuestos a la naturaleza. El contacto directo y regular con la naturaleza es esencial para su desarrollo físico y psicológico. Pero no sólo eso, porque el medio ambiente no es sólo un lugar del que beneficiarse, también es un espacio que hay que compartir con otras criaturas, y merece respeto.

Cómo mejorar los conocimientos medioambientales de los jóvenes

Las salidas al campo son una excelente manera de transmitir a los jóvenes el mensaje de que es posible disfrutar de la naturaleza sin dañar el ecosistema. De nuevo, imponer no funciona. Conocer la naturaleza es una aventura apasionante que debe ser enriquecedora en todos los sentidos.

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